jueves, 15 de octubre de 2009

A Puerto Rico (Ausencia)

José Gautier Benítez escribe esta poesía romántica para expresar el profundo amor que tiene por su patria. A través de los versos, la elogia, destacando su belleza y sus cualidades, tal como lo haría un hombre con su amada para demostrar el amor que le tiene y cuánto significa para él. El autor se encontraba lejos de Puerto Rico y esto lo hizo reflexionar en el valor que tiene su tierra. En los siguientes versos puede percibir su anhelo de regresar: “En vano me trajo Dios a un suelo distante”. Me parece que el autor muestra un poco de frustración porque sintió que de nada le sirvió haberse ido de Puerto Rico. Sin embargo, aun en la distancia, no hay barrera que lo separe del amor de su tierra y reconoce que sin ella no podría vivir. Por eso me encantan estos versos que presenta: “yo que por tu amor deliro, que lejos de ti suspiro, que lejos de ti me muero”. Creo que todo aquel puertorriqueño que ama su tierra debe expresar ese sentimiento porque la tierra en que nacimos es mucho más que una pequeña isla rodeada de agua. Ella forma parte de de lo que somos y debemos valorarla y protegerla en todo momento.

Alguien me dijo una vez estas palabras: “a veces hace falta perder algo de valor para darte cuenta de lo mucho que significa para ti”. Estas palabras las puedo aplicar al sentir del autor porque aunque en ningún momento perdió su patria, el simple hecho de estar lejos de ella lo hizo conocer el valor que tiene. Incluso, conozco personas que han salido de Puerto Rico en busca de un mejor porvenir y no han logrado adaptarse. Dicen que no hay nada mejor que su tierra y lo que desean es regresar.

Este ha sido uno de los mejores poemas que he leído porque muestra un puertorriqueño entregado a su patria, que también es la mía. Además nos muestra que independientemente del lugar en que estemos, no olvidaremos nuestras costumbres y nunca perderemos nuestra esencia.

Cuando era puertorriqueña

Cuando era puertorriqueña es una novela autobiográfica escrita por Esmeralda Santiago. Nos narra con detalle los eventos que marcaron su vida durante su niñez y adolescencia y que a la misma vez son parte del desarrollo de la personalidad puertorriqueña. De primera instancia el título de la novela me causó confusión porque me cuestioné cómo yo puedo ser puertorriqueña y más adelante dejar de serlo. Luego de leer la novela, descubrí que ese título no es literal porque la autora no dejó de ser puertorriqueña, simplemente al mudarse a los Estados Unidos, tuvo que introducir la cultura norteamericana a su vida, la cual influyó en su desarrollo.

Uno de los aspectos importantes de esta novela fue que Esmeralda se crió en tiempo en que la sociedad aceptaba el machismo y establecía que la mujer debía estar sometida a su esposo. Su madre sufrió las infidelidades de su esposo, pero siempre lo perdonaba; asumo que eso Esmeralda no lo entendía, porque aunque amaba a su padre, no aplaudía lo que hacía y mucho menos entendía por qué su madre no le ponía un alto. Más adelante, su madre se independizó, no aguantó más el abuso y sufrimiento y se ve en la obligación de trabajar como costurera. Para mí fue la mejor decisión que tomó, e incluso yo hubiera hecho lo mismo desde un principio, pero a raíz de esto, tuvo que soportar las críticas de sus vecinos por cambiar una regla social al ser una mujer sola y trabajadora. No hubo ningún pecado en eso, al contrario, fue una manera de probar que la mujer puertorriqueña es autosuficiente.

Otro aspecto importante, es el proceso de americanización por el que pasó Esmeralda junto con otros puertorriqueños. Ese proceso comenzó en la Isla cuando los norteamericanos fueron implantando su cultura en la Isla, lo cual fue de asombro para ella porque tuvo que acostumbrarse a vivir con una mezcla de culturas. Este proceso de acoplamiento fue difícil, sobre todo cuando se mudó con su familia a Nueva York, viéndose en la obligación de dejar atrás su tierra. Tuvo que adaptarse a un nuevo estilo de vida, a un nuevo lenguaje y a unas costumbres nuevas. A pesar de este cambio, las reglas de su hogar permanecían igual, lo que refleja que en ningún momento dejó de ser puertorriqueña. Al contrario, tenía admiración y respeto por su cultura, tanto así que en ocasiones se sentía como una traidora al querer hablar inglés y estar a gusto con la cultura norteamericana. Prácticamente, terminó convirtiéndose en una híbrida, al tener que utilizar la fusión de las dos culturas para que contribuyeran en su desarrollo sin olvidar de dónde había salido.

Este proceso de mezclar la cultura norteamericana y la cultura puertorriqueña, lo hemos vivido todos los puertorriqueños. Somos considerados parte de los estados Unidos y eso conlleva adoptar cambios en nuestra cultura tales como, aprender un nuevo idioma y aplicar nuevas costumbres como la forma en que vestimos y la comida que ingerimos. El saber cómo implantar una nueva cultura y mezclarla con la nuestra sin perder la esencia de quiénes somos, nos ha caracterizado como pueblo. No creo que haya sido fácil introducir a nuestro estilo de vida una nueva cultura sin dejar que ésta opaque nuestro verdadero ser y creo que como puertorriqueños lo hemos logrado.

Foto Journal - Cuando era puertorriqueña




El puertorriqueño

En este poema, Manuel Alonso presenta las características del puertorriqueño en el siglo 19. Comienza con una descripción física (“color moreno, frente despejada…rostro enjuto”) y termina con la descripción de la personalidad al destacar que es justo, humano, afable y dadivoso. Además de esas descripciones, el autor muestra el orgullo que tiene por ser puertorriqueño en la última estrofa del poema: “Y en amor a su patria insuperable: este es a no dudarlo, fiel diseño para copiar un buen puertorriqueño”. Aquí el puertorriqueño es presentado como un modelo digno a seguir, por tener características que lo hacen ser un hombre de bien. Entiendo que las personas cambian con el pasar del tiempo y que la personalidad puertorriqueña evoluciona y se desarrolla poco a poco.

El puertorriqueño actual ha cambiado mucho en las pasadas décadas. Los valores, las costumbres, el modo de expresarse y la interacción que tiene con sus allegados, son algunas características que lo distingue del puertorriqueño del siglo 19. No se puede negar que rasgos presentados en el poema siguen vigente en el puertorriqueño actual, como el que sea “afable” o con el “pensar inquieto”, pero definitivamente no podemos decir que el puertorriqueño se ha mantenido igual durante todos estos años.

Ay, ay, ay de la grifa negra

Este poema escrito por Julia de Burgos presenta una realidad en la que vivimos y me llevó a identificarme con el mismo. Existen personas que acostumbran a clasificarse según su raza diciendo: “Yo soy blanco”, “yo soy negro” o “yo soy trigueño” cuando la realidad del puertorriqueño es que somos una mezcla de tres razas (la del indio taíno, el español y el africano). Independientemente unos tengan la tez más blanca o más oscura que otros, llevamos en la sangre una mezcla de razas que nos identifica como puertorriqueños.

Me gustó la postura que asumió Julia de Burgos en este poema y el orgullo que tiene por su raza negra al defenderla a capa y espada. La defendió sin vergüenza alguna y hasta ataca a los españoles: “Ay ay ay, que el esclavo fue mi abuelo, es mi pena, es mi pena. Si hubiera sido el amo, sería mi vergüenza; que en los hombres, igual que en las naciones, si el ser el siervo es no tener derechos, el ser el amo es no tener vergüenza”. Con estos versos, la autora le da alta importancia a la raza negra, pues está consciente del sufrimiento y el maltrato que experimentaron los esclavos africanos en la Isla. El que hayan sido esclavizados, su raza no queda sin méritos porque forma parte de nuestra identidad.

Existen personas que han llegado a tratar la raza negra como la más inferior de todas, pero ya me imagino a Julia de Burgos en ese entonces: una mujer que siempre caminaba con su frente en alto, orgullosa de su raza. Sea la raza que sea, todas tienen su propio potencial y debemos estar orgullosos de cada una de ellas, pues han aportado un granito de arena a nuestra formación y desarrollo.

El ahogamiento de Salcedo

Esta historia narra cómo los indios taínos ahogaron en uno de los ríos de la Isla, a un español llamado Salcedo. Los indios, para experimentar si los españoles eran inmortales como se pensaba o no, deciden ahogar a uno de ellos. Como muchos sabemos, cuando los españoles llegaron a la Isla por primera vez, los indios los vieron con asombro y hasta pensaron que eran dioses o que provenían de otro planeta. De ahí surge la creencia de que los españoles eran inmortales. Como los españoles abusaban de ellos, no soportaron el maltrato y quisieron rebelarse. Recuerdo que esta historia del ahogamiento de Salcedo, me la enseñaron cuando estaba en la Escuela Superior y nunca se me olvida porque fue la que dio paso a la rebelión de los indios en contra de los españoles. Como el tema general de esta historia cae dentro del nacimiento del ser puertorriqueño, refleja esa rebelión indígena que considero como uno de los factores influyentes en el desarrollo de la identidad puertorriqueña. Así como los taínos, los puertorriqueños somos fuertes, decididos y dispuestos a luchar por nuestros derechos en el momento que sea necesario. Muchos puertorriqueños, y esto es uno de los rasgos que nos identifica, tenemos un impulso que nos permite decir: “Basta ya” cuando nos sentimos atacados o recibimos un trato injusto y que no merecemos, sea la situación que sea.